Discurso de Jorge Sapag en inauguración Escuela 356 y Jardín 66, barrio Almafuerte II. Neuquén, lunes 28 de septiembre de 2015.

Mi discurso será muy muy breve para que podamos disfrutar de este espacio y de este momento. Quiero agradecer todas las palabras que se expresaron en esta tribuna, en esta tribuna de la educación. Las palabras de Claudia, muy sentidas, muy soñadas, muy queridas. Las palabras también de Sandra, con todo el compromiso en la organización y la gestión académica.

Las palabras de María haciendo una referencia a la historia de la escuela; las palabras de Mónica como madre y en representación de la Asociación de Madres y Padres de la escuela, que con tanta lucha, esfuerzo y compromiso también de nuevas luchas.

Parafraseando el cuento que relataba Claudia acerca de ser desobedientes en el sentido de ser luchadores, de no obedecer órdenes por sólo hacerlo sino, que esas órdenes tienen que tener un contenido de justicia.

Ana María en el cuento, un cuento en el que me voy a apoyar simplemente para cerrar una idea o un concepto sobre este día. A Miriam y Graciela, como directora y vicedirectora de la Escuela Nº 234, cuando esta escuela que hoy inauguramos funcionaba como anexo de aquella de Plottier, y hoy están presentes y le pusieron tanto amor y cariño a esta historia.

A Néstor Agüero, alumno de esta escuela y ahijado de la presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner y mío también, y esto es un motivo de alegría y no de casualidad se llama Néstor. Mi agradecimiento a Néstor Kirchner que implementó este plan de escuelas, a la presidenta de la Nación, Cristina Fernández, que está presente en este acto porque esta es una obra en la que está mancomunado el esfuerzo de Nación, de Provincia, de la comunidad educativa, es una lucha de los padres, los docentes y los chicos también. Así que gracias Néstor y esta escuela es para ellos.

Yo no traje ningún cuento pero, tomando en cuenta que está mi hermana Chani (Alma Sapag), cuando inauguramos escuelas hago referencia a mi abuela materna, a nuestra abuela materna, doña Carmen Medina, que era una maestra rural durante 50 años, fue maestra rural en Entre Ríos y luego en Cutral Co, cerca de allí en un paraje que se llama Las Cortaderas, y allí estuvo muchos años hasta que se jubiló.

Y se jubiló mi abuela en otra Caja de Jubilación, porque la realidad era otra, una realidad distinta en la que los sueldos se giraban cada seis meses, o donde la directora de la escuela tenía también que barrer, limpiar, lavar, cocinar, enseñar, tener alumnos de distintos grados. Era una escuela rancho, de la que todavía están las paredes de adobe en Las Cortaderas.

El cuento viene con referencia a que cuando nosotros éramos adolescentes, nuestra abuela murió joven, a mí me asombró la cantidad de personas que se acercaron a saludarla cuando estaba enferma y ya despidiéndose de todos; y la mayor parte de las visitas fueron alumnos de Las Cortaderas, que ya bien como médicos, o como ingenieros, como albañiles, plomeros, enfermeros, amas de casas, como madres, vinieron a saludar a ‘la seño’, a la maestra de Las Cortaderas que les dio las herramientas necesarias para que ellos se pudieran desarrollar y desempeñar en la vida.

Y en este homenaje a mi abuela Carmen quiero hacer un homenaje a todos los maestros y maestras, a todo el personal no docente; a todos los que hace hacen posible la vigencia de una comunidad educativa, esto es, los padres y a los alumnos por supuesto.

Porque tomando la piedra del cuento de Ana María, con esa piedra si nosotros somos capaces de tener unidad en la diversidad, sentimientos sanos de amor, cariño y afecto, entonces podemos multiplicar los panes, los peces, hacer que salgan flores de las piedras y que esas piedras representen los sueños de los que hablaba Claudia.

Y para terminar con el cuento de Eduardo Galeano: ojalá siempre esté encendida la llama de la pasión, el amor, el cariño, de la rebeldía, de la desobediencia y de la lucha por una sociedad más igualitaria y más justa. Muchas gracias.