Discurso del gobernador Jorge Sapag durante la inauguración del santuario de Ceferino Namuncurá en San Ignacio-15 de noviembre de 2009


Mari mari, lonco Celestino Namuncurá. Mari mari, comunidad Namuncurá. Mari Mari a los demás loncos de otras comunidades que nos acompañan.
Bienvenidos a todos a esta reunión tan importante, en un día que nos preparó Celestino seguramente con influencia de Ceferino. Un día maravilloso donde podemos celebrar que esta tierra querida de San Ignacio, a partir de la presencia de Ceferino en ella sea una tierra santa. Quiero sumarme a las palabras de reconocimiento a todos, a todos los que participaron para que esta realidad de que Ceferino volviera a su tierra haya sido posible. Gracias a esa reunión que hicieron hace seis o siete años Celestino, también con el arquitecto Santana, con el padre Mateo. Tantos integrantes de la comunidad mapuche que hicieron que los restos de Ceferino vuelvan a esta tierra.
Un homenaje especial a los salesianos, por toda la obra que hicieron no sólo en la Patagonia sino en el mundo. Un homenaje especial al arquitecto Santana, y a los que participaron de la adquisición de los materiales para que esta obra sea posible, gracias Cristina (Miguens) por tu presencia, que nos honra. Tanto que se ha hecho para que esto sea posible, junto a las donaciones que se consiguieron de empresas como Aluar, como Acindar, como la participación del municipio de Junín de los Andes, de la provincia, el Epen. A los trabajadores del Epen, que colocaron las células solares que permiten dar energía a este lugar. Gracias a los trabajadores, a todos los que pusieron su granito de arena.
La forma del kultrún, una forma circular, como decía el padre Mateo, instrumento religiosa cuyo sonido une al hombre con Dios, y la forma circular, que evoca la creación, que evoca todo lo importante también que tenemos en el Universo.
Estos restos que fueron colocados en una piedra, una piedra que tiene que ver con la piedra que ayuda a subir al caballo a los que ya no pueden hacerlo solos, a los mayores. Esta piedra que evoca a los Namuncurá, pie de piedra. Piedra que también evoca lo importante: las ideas centrales, las columnas angulares sobre las que reposa una sociedad, una organización, tiene que ver con basamentos fuertes, con piedras. Como lo hizo la Iglesia con Pedro, que de Simón o Cefas lo convirtió en Petrus, en piedra. Y también, en esa peregrinación a la Meca donde se visita también la Tierra Santa, y tantas piedras santas que hay a lo largo de nuestra cordillera, que también evocan una religiosidad popular.
Ceferino, conocido como el Lirio de la Patagonia, fue muy popular durante mucho tiempo, pero recién Pablo VI, fue el primero, en la década del 70, de llevarlo a los primeros pasos de la categoría que después permite llegar a santo.
Fue el primer hombre nacido en estas tierras argentinas, que estuvo en la consideración de Pablo VI. Y ahora Benedicto lo beatifica. Y ahora nosotros los neuquinos tenemos la bendición de tenerlo aquí en esta tierra.
Y también recordar a un Ceferino que por allá por el año 1900, de la mano de sus profesores, de sus instructores, de los sacerdotes que lo acompañaron, también estuvo participando de un coro y en ese coro le tocó ni más ni menos cantarle a Dios con su amigo y compañero de estudios en el colegio Pío Nono, también de los salesianos, con un amigo entrañable que tenía en esos tiempos de juventud que era Carlos Gardel. Qué cosa extraordinaria del destino que tengan tanta popularidad, y que luego esa popularidad a Ceferino lo llevó a hacer grandes milagros. El año pasado en Santa Fe, en un pueblo que se conoce como El Trébol, en un árbol apareció grabada la imagen de Ceferino, cuántos milagros se han realizado en nombre de Ceferino. Y cuántos milagros se realizarán en nombre de él. Él quería volver a su tierra, y ahora está aquí , seguramente lo ha hecho para hacer mucho bien, como él quería, “quiero ser útil a mi pueblo”, cuántas veces lo dijo, cuántas veces lo escribió en las cartas que hoy hay de él.
Yo quiero contarles algo muy personal. En mi carrera universitaria, y luego de ella, me acompañó siempre una estampita de Ceferino. Esa estampita después se la dejé a una amiga de la Facultad para que tuviera la misma suerte, el mismo acompañamiento. Cuántos habremos evocado a Ceferino en tantos momentos difíciles, alegres, tristes, de nuestra vida. Y cuánto lo vamos a evocar y lo vamos a necesitar. Y ahora es santo, y a través de su intercesión seguramente muchas obras se harán en el mundo. Así que vaya todo mi reconocimiento a los organizadores, vaya también el deseo, que el deseo de Ceferino, que era volver a su tierra para ser útil sea una realidad en cada uno de nosotros.
Él quería retornar para ser útil, él quería retornar a su tierra para ser misionero, y desde aquí, desde este lugar va a ser misionero. Seguramente va seguir cumpliendo con su causa y con su misión. Y qué importante que cada uno de nosotros retornemos del lugar que sea, espiritual o material, para ser útiles a los demás, y que seamos útiles en los mismos conceptos que manejaba Ceferino, que tenía fortaleza frente a la adversidad, esa gran fortaleza que tuvo Ceferino tantos años en su joven vida. La generosidad que tenía el también, y la alegría, que lo llevaba a ser un instrumento de paz, de hermandad. Hijos del mismo Dios y hermanos.
Y seamos capaces todos juntos, mapuches, criollos, en la diversidad cultural, de construir una sociedad unida. Un pueblo no fragmentado, sino un pueblo unido indisolublemente por valores universales, como son la paz la generosidad, la grandeza, la responsabilidad, que nos lleve a todos a construir una sociedad que nos permita tener vida más digna para todos.
Que viva Ceferino, que viva San Ignacio, y que viva la provincia del Neuquén.