A 30 años del fallecimiento de Gregorio Álvarez, un perfil del prócer neuquino

Sin su espíritu inquisidor y curioso, Gregorio Álvarez no hubiera sido uno de los creativos multifacéticos más destacados de la historia neuquina. Médico especializado en dermatología, historiador, maestro y escritor, nació en el norte provincial el 28 de noviembre de 1889. Su procedencia fue una síntesis entre la cultura criolla y mapuche, devenida de la unión entre la originaria Eloísa Sandoval y el español Gumercindo Álvarez.

La historia de Gregorio se enaltece en el ímpetu de su carácter. A los cuatro años dejó de ver a su madre y, por esfuerzo propio, se convirtió en el primer médico de Neuquén y la Patagonia egresado de la Universidad Nacional de Buenos Aires en 1919.

En el ámbito de la medicina, fue miembro fundador de la Fundación Demartológica Argentina, investigó las fuentes termales de Copahue para aplicarlas como tratamiento a enfermedades de la piel, y se dedicó al estudio de los eczemas cutáneos infantiles. Esto último le significó la distinción con una medalla de oro otorgada por los laboratorios Jammes de París en 1954.

Álvarez fue también un activista de la instrucción universitaria en la región y uno de los principales impulsores de la creación de la Universidad de Neuquén que, tiempo después, se convertiría en la Universidad Nacional del Comahue. Él dedicó su vida a estudiar la historia y geografía de la provincia y su trabajo de campo incluyó el recorrido a caballo por el territorio.

Las vivencias de esos viajes fueron condensadas en su producción literaria y académica, entre las que se destaca la elaboración de “Neuquén, su historia, su geografía y su toponimia”. Gregorio indagó además en la escritura poética y sus realizaciones en este campo fueron compiladas en publicaciones entre las que se acentúa el libro “Neuquén, mi canto”.

Entre los homenajes con que fue conmemorada su obra durante las últimas décadas, el barrio del oeste neuquino que fue llamado originariamente “885 Viviendas”, se denomina actualmente Gregorio Álvarez en reconocimiento al doctor. En su ingreso hay un busto que caracteriza su rostro y una biblioteca apadrinada como tal.

Su labor fue distinguida también con la titulación en su memoria de un dinosaurio descubierto entre finales de los ‘80 y principios de los ‘90 en la costa sur del río Neuquén por el paleontólogo Jorge Calvo. Se trata del Alvarezsaurus, el “Lagarto de Álvarez”, especie carnívora de dos metros de largo y un metro de alto, con un peso promedio de veinte kilos y un desarrollado plumaje sobre su cuerpo.